Enfoque único con Munch
Atardecer. 1888 E. Munch
Este cuadro es
rarito. Aunque eso no es decir mucho dentro de las vanguardias que preciasamente
se quieren diferenciar por ser
diferentes, especiales, respecto de la tradición pictórica, de la cosas come
deben ser. Y es que es un cuadro que no hubiera pasado un solo examen en una
escuela de arte, de hecho parece que no es exactamente un cuadro, parece un
proyecto, algo que se quedó en el camino por falta de convicción. Casi
abocetado, la pintura escasa, cutre, restregada sin materia sobre la tela. Creo,
es más, que llegó hasta este museo por la firma.
Y esa composición? El cuerpo de la mujer cortado de cualquier modo. Y arrepentimientos que le
llevaron a tapar una figura central. Todo respira improvisación y falta de seguridad, diría también, levedad. No hay una pincelada más alta que otra que diga aquí estoy y quiero mostrar tal cosa. Es un cuadro tímido y técnicamente miedoso diría yo. Y, por todo ello, es por lo que me atrae, por estar en un museo finalmente, por el triunfo de la inseguridad y el valor de las cosas hechas como se pueda.
En el afán de mirar las cosas con enfoque único invito en el grupo a que extraigan sus propias obras. En este caso Beatriz Vicente ha planteado cuestiones sobre las figuras del fondo. Resultan inquietantes: ¿Quiénes son? ¿Tienen relación con la mujer? ¿Son familiares? ¿Quizás la cuidan? ¿Son los padres?
Nos invita a responder, y es curioso como tenemos en el grupo convicciones sobre su relación muy dispares extraídas de tan pocos elementos que las definan: Si, si, son los padres. No, no, son pescadores... no, son vecinos…sí, se llevan bien y son pareja...
Y nos damos cuenta de la diversa información tan callada que nos traen apenas dos colores y tres pinceladas.
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